La opinión sobre si la competición es buena o mala para los niños ha estado dividida durante años. Hay quienes argumentan que ésta prepara a los niños para sobrevivir un mundo altamente competitivo. Otros dicen que puede destruir la autoestima y provocar resentimiento.
Los niños compiten diariamente, en la escuela, en el deporte o en otros campos. Quieran o no entrar de forma consciente en esta competición, lo cierto es que continuamente se les pone a prueba frente a los demás: siempre hay hay alguen que saca mejores notas, quién destaca en el equipo por encima de los demás, etc.
No hay nada malo en competir mientras se fomente siempre una competición sana.
Uno de los aspectos positivos de la competición es la motivación. Es buena si alienta a mejorar, si hace que nos esforcemos por ganar, por conseguir mejores resultados que la última vez.
También puede enseñar valiosas lecciones acerca de la deportividad, la importancia de seguir una disciplina para poder ser bueno en lo que se hace.
Entre los aspectos negativos de la competición está el estrés que genera a los pequeños si los padres no les enseñan adecuadamente a competir. Algunos se enfadan cuando su hijo no hace su mejor partido, o puede que se comparen los resultados de un hermano con otro.
Es más, para que haya un ganador tiene que haber un perdedor. Y a los niños se les da muy mal perder. Hay que enseñarles que no siempre se puede ganar.
Desde que somos pequeños buscamos el reconocimiento del resto del mundo. Queremos que reconozcan nuestros méritos, que nos aplaudan por lo que hacemos. Con esas llamadas de atención “mira mami” “mira papi” están buscando nuestra aprobación.
Las situaciones de competición abundan en familias que tienen más de un hijo. La rivalidad entre hermanos es algo normal, pero en exceso puede hacer difícil la vida familiar.
Hay que recalcar que cada uno tiene sus propias cualidades y virtudes. Uno será bueno en un área y otro hermano será mejor en otra cosa. Ambos tienen que aprender a felicitarse por sus logros y no compararse.
Además de promover en nuestros hijos una competición sana, deberíamos enseñarles que otra parte de la competición es la que se hace con uno mismo. El deseo de intentar ser cada día mejores y conseguir mejores resultados.